El reloj se ha parado. Es martes Santo y se hizo el silencio. Veo venir tu muerte por la misma puerta del perdón. En tu cara veo las facciones de muchos hermanos que ya no habitan entre nosotros. Solo el sonido del campanario, nos anuncia que tu muerte es transitoria, que tu vida es muerte y que tu muerte es vida. Solo el roce del asfalto me murmura que tus pasos son de Gloria. 

Es, en este punto, cuando me dejo llevar por el incienso, por la tranquilidad de saber que todo se ha consumado, por experimentar que todo volverá a la luz. Jesús muere por Bornos, Jesus ha entregado su vida por nosotros, por todos nosotros. La calle se convierte en capilla, en bóveda sepulcral infinita, en noche callada donde podremos escuchar sólo, nuestras conciencias, nuestros acelerados pensamientos, nuestros perdones, nuestras disculpas, nuestras súplicas.

No hay marcha atrás, como cuando no tendemos la mano a nuestro vecino, como cuando hacemos leña del árbol caído, como cuando nos callamos nuestros te quieros a quién nos quiere, como cuando traspasamos la fina y delgada línea que nunca debimos pasar. 

Pero al pasar tu cruz, vas derramando el perdón que no merecemos, vas recordando nuestras debilidades y vas besando nuestros corazones hasta la saciedad infinita, hasta regalarnos tu vida, tu esencia misma, tu calor, tu despedida, que no es más que un hasta luego, transformado en musical silencio, y en cuadrilla avanzando hacia el deshielo.

El avance imparable de tu monte amigo, del lirio que te acompaña, nos es más que la invitación al amor fraterno, al perdón incondicional al hermano, a la humildad de tu cuerpo inerte, a tu eterno sueño, al propósito de enmienda más profundo, al, me he equivocado, lo siento. 

Que intenciones más bellas, que fácil mundo sería éste, si por bandera las tuviésemos, pero somos ortigas para las manos que se nos tienden, somos el cardo que luces a tus pies, somos el corazón contrario de quién te carga, de quien tu andar vigila, de quién revestido te reza, de quien ensimismado te contempla, o te abriga, o te calma, o simplemente te avanza para que llegues glorioso a tu sepulcro de piedra.





Extracto del pregón de la Semana Santa de 2010



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Ánfora y Corazón

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