Lujuria… sin duda una de las debilidades que más nos aqueja y que a la vez, continua siendo un tabú dentro de nuestra fe. ¿Te has preguntado porqué tenemos tanto miedo o vergüenza de hablar de la debilidad sexual, que nos lleva a dar rienda suelta a la lujuria?
Posiblemente esto sea porque dentro de la formación religiosa que hemos recibido, consciente o inconscientemente hemos creado en nuestra mente una ¨
clasificación de pecados¨.
Y de esta forma tenemos algunos pecados que no son muy graves, los que cometemos a diario digamos. Luego otros que son medianamente graves y los tenemos en menor frecuencia y por último un grupo de pecados rojos, o negros, terribles… donde comúnmente ubicamos acciones como matar, falsificar documentos importantes, robar y por supuesto, todos los que tienen una connotación sexual:
fornicar, masturbarse, ser infiel, la homosexualidad… en fin… ¡eso es lo peor! (o al menos así lo concebimos). Y como es tan grave… mejor hacerse el desentendido. Cuando pensamos así, es porque olvidamos que el chisme también nos puede llevar al infierno, que la mentira hace daños irreparables y que robar, a veces ilusiones, sueños, esperanzas equivale a ser un asesino… es el mismo infierno para todos…
Pero el asunto con los pecados sexuales es que a la vez que los concebimos como algo gravísimo son sumamente satisfactorios desde el punto de vista corporal…¿quién dice que una mirada fantasiosa a una mujer hermosa sea desagradable? o que irse a la cama con otro hombre ¿resulte molesto?…. para nada. La lujuria es deliciosa, nos saboreamos la tentación y nos deleita al pecado al que nos lleva…
El problema es que una vez que hemos consumido lo que nos vende, es la hora de pagar… y allí si, el mundo que abiertamente nos invitó al libertinaje sexual, a dar rienda suelta a nuestros deseos… no es capaz de ofrecernos ningún consuelo ni remedio contra las consecuencias de esta conducta.
Cuando se presenta la soledad, el sin sentido, cuando te sientes utilizado o utilizada, cuando pierdes tu valor como persona, cuando se destruye la autoestima porque percibes que han jugado contigo… allí la sociedad no aparece. Allí quienes te empujaron hacia la carne, simplemente no existen… y el demonio que es el padre de la mentira y que te prometió un momento inolvidable ¡Te tira en la cara tu suciedad, tu pecado y te invita a no sentirte merecedor, merecedora del amor de Dios!
Ese es el problema con la lujuria: Te ofrece minutos de placer a cambio de horas, días, semanas y hasta años de duro sufrimiento. Pero Dios, que es Padre y nos ama, precisamente por eso ha enviado a su Hijo, primero para redimirnos del pecado, devolviéndonos LA PUREZA, LA GRACIA, LA BLANCURA que por nuestras malas decisiones hemos perdido. Y luego para liberarnos de la esclavitud que generan nuestros pecados. ¡Dios quiere renovar en ti esa mentalidad sana que tenías al momento del bautismo!
¨
Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán.¨ (Is 1,18)
Ese su plan para nosotros, que vivamos una sexualidad plena, libre, bien ubicada, casta. Te preguntarás ¿y qué es castidad? Pues te compartiré la mejor definición que he escuchado:
¨
Castidad es despojar tu sexualidad de todo egoísmo¨
Ser virgen no necesariamente te hace casto, a como haber fornicado no te convierte en concupiscente. Estar casado no es garantía tampoco pues una pareja de esposos que NO SE DONAN el uno al otro en el acto sexual, no viven la castidad… por mas casados que estén. Echar fuera el egoísmo de tu sexualidad es castidad, no importa como la vivas. Soltero, consagrado, casada…
¿Castidad en el noviazgo? Precisamente lo mismo. No buscarte a ti mismo en el otro, no poseerlo para satisfacerte, sino… una vez más, despojar de egoísmo tu sexualidad. Buscar su bienestar, preguntarte: ¿actuando como le hago un bien?... eso es todo.
Y si realmente hay amor, es saber
¨esperar¨… porque el otro no es simplemente el objeto de mi deseo. Es un Hijo de Dios, una Hija suya, una persona, que merece mi ternura, mi ayuda, mi respeto en todos los sentidos, pero sobre todo merece vivir en santidad, ser feliz y yo estoy para ayudarle no para ser ¨piedra de tropiezo¨.
¿Te cuesta la lidiar con la lujuria como que a mi? En este viernes de Cuaresma, te ofrezco un remedio. Ayuna lujuria. ¡Mátala de hambre!
No le des de comer miradas maliciosas, no la alimentes con pensamientos insanos, no la nutras con imágenes, conversaciones, chistes u otras fuentes de contenidos vulgares, que solo reducen la hermosa creación de Dios a un producto de venta.
Cuentan que SanFrancisco al ser tentado por la lujuria se arrojó a unos espinos con tal de no caer. Y tu ¿qué estás dispuesto, dispuesta a hacer para luchar hoy por tu pureza?
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Santos o Nada