Cada vez me sorprendía por mi día, con una fiesta, con un beso que crecía por años, sin medida. Nunca olvidaré el calor con el que me acopiaba en sus auxilios, en su ser, en su mirada. Mi madre vive aún en mi corazón, en mis sueños. ¡Me llena tanto ver al Rosario con su Hijo en brazos! Y no es cosa de crío que ya calzo más de 50 primaveras.

Ahora que Nuestra Divina Madre del Santísimo Rosario, celebrará con sus hijos su fiesta, nosotros que creemos a pies juntillas en su Hijo y que la necesitamos para que interceda por nuestras solicitudes al Padre, le hacemos un humilde regalo en esta singular onomástica, fruto de la inspiración que solo una Madre puede otorgar. Los recuerdos casi licuados,  pero más vivos que nunca,  en acuarela de colores, han puesto el resto.

El día de la Virgen está ya cercano y ésta es nuestra humilde aportación, sin segundas intenciones, sin afán de protagonismo, solo por amor a la Santísima Virgen del Santo Rosario, Madre de todos los Bornichos.


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Ánfora y Corazón

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