... El día despunta despacio, como si no quisiera iniciarse. Es Jueves Santo. Los golpes se tornan púrpura, y las aguas hasta se hielan. El silencio está a punto de llegar a nuestros corazones. Todos intuimos el final, pero es el principio, es la inevitable subida al Calvario. Un hombre de planta elegante y de aspecto sereno, porta un madero y camina por Bornos. Es el Señor de la madrugada. El pueblo le acompaña, una multitud acompasada, un río de almas compungidas, le sigue hasta la última levantá.
Es curioso que a cada portón que sobrepaso, estés ahí, en lugar preferente, en el salón, en la alcoba, en la librería. Te llevamos en la cartera, en el bolso, todos te tenemos en nuestros corazones porque sabemos que nos expías las culpas y las penas, las vanidades, los sarcasmos, los juicios, las soberbias, y nos muestras tu infinita dulzura, cuando ni siquiera te la pedimos. Porque hasta para eso somos egoístas innatos, te pedimos salud, te pedimos bienestar, te pedimos salvación, te pedimos esto y aquello, pero nunca te pedimos dulzura.
Siempre tuve devoción por Jesús Nazareno. Pero he de reconocer que esta devoción se ha tornado también cariño, en el último tramo de la existencia que él me otorga. La vida te da oportunidad de compartir con almas pulimentadas hasta el extremo, con corazones que llevan muchos años soportando las embestidas del toro de la vida, con personas que te enseñan a ver las cosas siempre con optimismo, con personas que se aferran ante todo, al hábito de complacer a los demás, celosas de su descendencia, sabedoras de que tienen poco tiempo de querer a quienes le rodean, sin importarles lo que de ellos reciban.
Existen, para regalar día a día amor por los cuatro costados, amor por respiración, amor por mirada, amor por suspiro y un amor que ninguno de nosotros conocemos, amor que ni siquiera tocamos con la punta de nuestros pensamientos....
... Eso es lo que te engrandece, lo que te hace único, lo que nos permite pensar que somos hijos tuyos. Y eso lo consigues, tú, Nazareno, Señor de las suplicas, Señor de los ruegos, Señor de las quejas, Señor de Esperanza, Señor de tu Bornos.
Foto PMBC
Desde siempre tus virtudes, por el perdón se me acercan. Por lejanas que parezcan, Señor, de las multitudes, acallas las inquietudes que asaltan mis pensamientos. Son dulces, tus suaves vientos, son dulces tus marejadas, son tan bellas tus miradas, que gozo de sentimientos.
La plata que te acompaña, tú lo sabes Nazareno, la eclipsas con tu moreno y hasta mi vista se empaña y mi ser se desmaraña, cuando estoy en tu terreno.
A quererte, suelto el freno, y hacia el Cielo y a la calma con la que invades mi alma, acudo con desenfreno. No te olvides alma mía, que de Bornos eres guía, de los bornichos la calma, de mi corazón el alma, de tu costalero el cielo, y de tu madre el desvelo.
Del guante que te alumbra, y de tanto anónimo alumbrar, ¿quieres a alguien nombrar, o prefieres esperar, a que besemos los vuelos, de tu divino consuelo, cuando nos llegue el final?
PBJ - Extracto del XI Pregón de Semana Santa de Bornos 2010
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