La ilusión es el motor de las
cosas buenas, el valor que hace que determinados proyectos merezcan la pena, el
candor que nos empuja a seguir adelante. Los sentidos, instrumentos que
traspasan nuestra realidad cotidiana, cansina, repetitiva, estresante, para tocar
un tiempo detenido.
Cuando el templo se transforma a perfume apetalado, a esencia de romero, a simbiosis de presente y de pasado, a tornasol de emociones contenidas, puedes percibir que el tiempo se detiene sólo un segundo, eterno segundo. La vida entera en un segundo.
Vive ese tiempo sucinto, en un instante intenso, tierno, llenante, infantil, adolescente, frio, incandescente, compungido, alborotado, optimista, satisfecho, sensitivo, delicado, compulsivo, piadoso, inofensivo, pequeño, humano, compasivo, delicioso…
Vísperas de Miércoles Santo, todo listo y preparado. Lo que importa nunca cambia, es eterno, no se acaba, se alimenta de emociones, de recuerdos, de miradas, de sonidos, de oraciones, de alpaca, canela, clavo, y Esperanza Coronada… No busques ese segundo, vente a rezarles, al Señor vilipendiado y al Mayor Dolor de su Madre.
Te aguardan su Divino rostro dolorido y su Corazón, con siete dolores clavados, para aliviar tus pesares y detenerte el tiempo, un segundo. Míralos, rézales y no busques ese segundo. Te alcanzará de la nada.
Ánfora y Corazón
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