Sueñan los románticos en recobrar el vigor y la majestuosidad del Viernes Santo. Sueñan las calles de Bornos reviviendo en su retina los recuerdos del pasado y suspiran por el incierto futuro que otea la Corporación del Calvario. 

Hace una década el Viernes Santo se desarrollaba como se puede apreciar en las instantáneas del año de Nuestro Señor de 2004. Y hasta la Hermandad tenía su propia banda de cornetas y tambores. Las esquinas sabían entonces y ahora lo corroboran que no era un resurgir, ni una consolidación. Lejos quedaban entonces y aun más ahora, los años en que podíamos disfrutar de la tarde por excelencia de nuestra Semana Mayor en todo su esplendor.

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Recuerdo siendo un niño, revestido con mi túnica blanca, como teníamos que sortear un enjambre de chiquillería para poder portar un cirio en la Estación de Penitencia del Viernes Santo. Recuerdo el olor a pan frito con el que acompañábamos en casa las espinacas o las habas de rigor. Todos recordamos, sin duda, haber visto la cofradía, cuando aún tenía uso la carretera vieja, desde su homónima curva.

Pero hace más de una década el desgajamiento estaba ya minando la Corporación a pasos agigantados. Pronto pudimos ver a ilustres voceros reclamando cargadores para los pasos a golpe de pesetas, a intentos fallidos por sustituir al yacente por otro comprado por catálogo, al descenso en picado del número de nazarenos y a las luchas de poder, que por otra parte también son el día a día de nuestras cofradías, y que tanto daño hacen. Y ahora, como decimos aquí, el remate de los tomates, una sede cerrada, unos varales perdidos, un pergamino sustraído…

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Que nadie se me ofenda, pero El Calvario no puede perder el tiempo en recuperar enseres perdidos de los años cincuenta, ni de supuestos tesoros de papel, y menos aun aireando las intimidades de la Corporación, cuando pudiera estar en peligro la continuidad de la misma. Los esfuerzos, al humilde entender del que suscribe, deben ir por otros derroteros. Que nadie se llame a engaños, porque la Cofradía del Calvario será lo que sus hermanos quieran, por más que los demás nos rasguemos las vestiduras.

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Hay espejos en los que mirarse para comprender que el amor a los Titulares, con una sede canónica en muy mal estado, con una Cofradía en peligro de extinción, sólo puede levantar el vuelo con tesón, trabajo, unión, comprensión y decisión, por parte de quienes componen la Corporación, sin hacer caso de opiniones exteriores y ajenas a la misma, desde el supuesto conocimiento de sus interioridades.

Ninguno de nosotros, mortales, hacemos milagros, pero con tiempo se consigue lo que otras corporaciones están demostrando. Y eso sí, que quede claro que los edificios eclesiásticos, como no puede ser de otra manera, son propiedad de la Iglesia y no de las cofradías y éstas solo los usan cuando Palacio lo autoriza. Vayan tomando nota los que anhelan hacer o deshacer a su antojo en su sede canónica. Y si no lo creen, mírense en algún que otro espejo que tengan a mano cerca una antigua calle de Bornos.

Tomen también cuenta de que la Cofradía se gobierna desde dentro, no desde el exterior, a golpe de red social. Las decisiones se adoptan en los Cabildos, según las Reglas Estatutarias, por quienes tengan la potestad de hacerlo, solo para mayor gloria de Jesucristo y su Santísima  Madre,  y siempre en comunión.

Los únicos tesoros a recuperar son el trabajo, la unión, la devoción, la oración, la acción social, lo demás vendrá por añadidura, créanme. Si no, al tiempo que dará o quitará razones.

Pedro Bueno Jiménez
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Ánfora y Corazón

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