abril 2016


Pocas veces se habrá hablado tanto del amor y se habrá falseado al mismo tiempo tanto su contenido más hondo y humano. Hay revistas de amor, canciones de amor, películas de amor, citas de amor, cartas de amor, técnicas para «hacer el amor»... Pero, ¿qué es el amor? ¿cómo se vive y se alimenta el amor?

Cualquier observador sereno de nuestra sociedad sabe que tantas cosas a las que se llama hoy «amor» no son en realidad sino otras tantas formas de desintegrar el verdadero amor.

Hay quienes llaman amor al contacto fugaz y trivial de dos personas que «disfrutan» mutuamente vacías de ternura, afecto y mutua entrega. Para otros, amor no es sino una hábil manera de someter a otro a sus intereses ocultos y sus satisfacciones egoístas. No pocos creen vivir el amor cuando sólo buscan en realidad un refugio y un remedio para una sensación de soledad que, de otro modo, les resultaría insoportable.

Bastantes creen encontrar el amor en una relación satisfactoria donde la mutua tolerancia y el intercambio de satisfacciones los une frente a un mundo hostil y amenazador.

Pero en esta sociedad donde se corre con frecuencia tras ese ideal descrito por A. Huxley del hombre bien alimentado, bien vestido, sexualmente satisfecho y con posibilidad de divertirse intensamente, son ya bastante los que experimentan la verdad de la fina observación de A. Saint-Exupéry: «Los hombres compran cosas hechas a los mercaderes. Pero, como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos».

En en esta sociedad donde los creyentes hemos de escuchar la actualidad de las palabras de Jesús: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros».

Los cristianos estamos llamados a distinguimos no por un saber particular, por una doctrina ni por la observancia de unos ritos o unas leyes. Nuestra verdadera identidad y distintivo se basa en nuestro modo de amar. Se nos tiene que conocer por nuestro estilo de amar que tiene como criterio y punto de referencia el modo de amar de Jesús. Un amor, por tanto, desinteresado, que sabe acoger y ponerse al servicio del otro, sin límites ni discriminaciones. Un amor que sabe afirmar la vida, el crecimiento, la libertad y la felicidad de los demás.

Esta es la tarea gozosa del creyente en esta sociedad donde se falsifica tanto el amor. Desarrollar nuestra capacidad de amar siguiendo el estilo de Jesús. El que se adentre por este camino descubrirá que sólo el amor hace que la vida merezca ser vivida y que sólo desde el verdadero amor es posible experimentar la gran alegría de vivir. 
J. A. Págola

El encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos junto al lago de Galilea está descrito con clara intención catequética. En el relato subyace el simbolismo central de la pesca en medio de mar. Su mensaje no puede ser más actual para los cristianos: solo la presencia de Jesús resucitado puede dar eficacia al trabajo evangelizador de sus discípulos.

El relato nos describe, en primer lugar, el trabajo que los discípulos llevan a cabo en la oscuridad de la noche. Todo comienza con una decisión de Simón Pedro: «Me voy a pescar». Los demás discípulos se adhieren a él: «También nosotros nos vamos contigo». Están de nuevo juntos, pero falta Jesús. Salen a pescar, pero no se embarcan escuchando su llamada, sino siguiendo la iniciativa de Simón Pedro.

El narrador deja claro que este trabajo se realiza de noche y resulta infructuoso: «aquella noche no cogieron nada». La «noche» significa en el lenguaje del evangelista la ausencia de Jesús que es la Luz. Sin la presencia de Jesús resucitado, sin su aliento y su palabra orientadora, no hay evangelización fecunda.

Con la llegada del amanecer, se hace presente Jesús. Desde la orilla, se comunica con los suyos por medio de su Palabra. Los discípulos no saben que es Jesús, solo lo reconocerán cuando, siguiendo dócilmente sus indicaciones, logren una captura sorprendente. Aquello solo se puede deber a Jesús, el Profeta que un día los llamó a ser «pescadores de hombres».

La situación de no pocas parroquias y comunidades cristianas es crítica. Las fuerzas disminuyen. Los cristianos más comprometidos se multiplican para abarcar toda clase de tareas: siempre los mismos y los mismos para todo. ¿Hemos de seguir intensificando nuestros esfuerzos y buscando el rendimiento a cualquier precio, o hemos de detenernos a cuidar mejor la presencia viva del Resucitado en nuestro trabajo?

Para difundir la Buena Noticia de Jesús y colaborar eficazmente en su proyecto, lo más importante no es «hacer muchas cosas», sino cuidar mejor la calidad humana y evangélica de lo que hacemos. Lo decisivo no es el activismo sino el testimonio de vida que podamos irradiar los cristianos.

No podemos quedarnos en la «epidermis de la fe». Son momentos de cuidar, antes que nada, lo esencial. Llenamos nuestras comunidades de palabras, textos y escritos, pero lo decisivo es que, entre nosotros, se escuche a Jesús. Hacemos muchas reuniones, pero la más importante es la que nos congrega cada domingo para celebrar la Cena del Señor. Solo en él se alimenta nuestra fuerza evangelizadora.

J. A. Págola


En un mes, nuestra Excelsa Patrona recorrerá las calles de Bornos. La Santísima Virgen del Rosario a las 11 de la mañana del 1 de mayo bendecirá de nuevo a todos los bornichos y disfrutaremos una vez más de las Glorias de María Santísima.

Como en años anteriores, Ánfora y Corazón quiere anunciar este evento tan importante en el calendario de los creyentes y devotos de Nuestra Señora del Rosario y este es nuestro cartel anunciador para el 2016.


Lejos queda ya la salida procesional de «La Rosa» de 2015, pero afortunadamente conservamos en nuestros archivos algunas imágenes retrospectivas que os dejamos para vuestro disfrute:

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